NEW ZEALAND SAS
56 años. Las fuerzas especiales de Nueva Zelanda se crearon en 1955. En el año 2000 nació un comando específico para luchar contra el terrorismo.
Discreción. Un secretismo total rodea al cuerpo. No se sabe ni cuántos efectivos tiene.
Afganistán. 38 miembros de las NZ Sas están ahora en el país asiático. Entrenan al cuerpo de élite de la policía afgana. Se retirarán a comienzos del año 2012.
GENERAL DAVID PETRAEUS JEFE DE LAS FUERZAS ALIADAS EN AFGANISTÁN
«Las NZ Sas quizá no sean muy conocidas, pero tienen una calidad excepcional»
Nadie sabe quiénes son.
Acaban de librar una batalla contra un comando suicida en Afganistán. Han vencido, pero no traen esa imagen festiva e impasible de las películas americanas. En su triunfo no hay sonrisas. Solo amargura, sufrimiento, fatiga, terror, quizá algo de alivio.
A las diez de la noche (hora local), nueve talibanes, equipados con cinturones llenos de bombas, granadas y rifles de asalto, habían burlado las defensas del Hotel Intercontinental y habían entrado en el edificio a tiro limpio. Ellos, miembros de las fuerzas especiales de Nueva Zelanda, llegaron cuatro horas más tarde, cuando los terroristas ya habían matado a doce personas (entre ellos, a un piloto comercial español) y se habían adueñado del hotel.
A las diez de la noche (hora local), nueve talibanes, equipados con cinturones llenos de bombas, granadas y rifles de asalto, habían burlado las defensas del Hotel Intercontinental y habían entrado en el edificio a tiro limpio. Ellos, miembros de las fuerzas especiales de Nueva Zelanda, llegaron cuatro horas más tarde, cuando los terroristas ya habían matado a doce personas (entre ellos, a un piloto comercial español) y se habían adueñado del hotel.
Un ataque extraño
El Intercontinental ocupa un edificio de cinco pisos. Parece un sitio pacífico, incluso agradable: las habitaciones tienen hermosas balconadas que dan a un jardín y a una piscina. Pero Kabul no es precisamente un paraíso turístico: la policía afgana controla los accesos y una gruesa alambrada rodea el hotel. Aunque los dignatarios extranjeros prefieren hoy hospedarse en otros establecimientos más modernos de la capital, el Intercontinental, propiedad del estado afgano, mantiene una clientela más o menos habitual (hombres de negocio, diplomáticos, altos funcionarios) y alberga frecuentes conferencias internacionales. Aquella noche había 70 habitaciones ocupadas.
Nadie se esperaba un ataque. Los talibanes suelen montar sus aquelarres por la mañana y en el centro de la ciudad, pero en esta ocasión aprovecharon la noche para camuflarse entre la vegetación y romper la verja que circunda el hotel. Entraron por el jardín, lanzaron varias granadas y se dividieron: algunos insurgentes se quedaron en la zona de la piscina mientras otros subían por las escaleras en busca de huéspedes extranjeros. Cuando los terroristas llegaron a la azotea, lanzaron proyectiles hacia la mansión vecina, donde vive el vicepresidente de Afganistán.
En ese momento llegó la Unidad de Respuesta frente a las Crisis (CRU), un embrión de cuerpo de élite local, cuyo entrenamiento corre a cargo de las Fuerzas Especiales de Nueva Zelanda (NZ Sas). Algunos testigos aseguran que, al ver el panorama, varios agentes afganos huyeron. Ante la gravedad de la situación, los soldados neozelandeses tuvieron que intervenir.
Poco se sabe del contraataque. El Gobierno del archipiélago austral jamás revela datos sobre sus grupos de élite. El ministro de Defensa, Wayne Mapp, incluso ha pedido a los medios de comunicación pixelar las imágenes de los soldados que intervinieron para proteger su intimidad. La dramática fotografía de Pedro Ugarte ha levantado comentarios de admiración o de espanto en todo el mundo, pero no en Australia o Nueva Zelanda, en donde los rostros de los soldados, tan descriptivos, aparecían cubiertos por un círculo borroso.
24 horas sobre dunas
Los comandos neozelandeses llegaron a la azotea del hotel en un helicóptero de Estados Unidos (el cinematográfico 'black hawk'), abrieron fuego y aniquilaron a los cinco insurgentes que se habían hecho fuertes en el tejado. Luego se descolgaron, revisaron el lugar y fueron bajando piso por piso. Uno de los miembros de las fuerzas neozelandesas no llegó siquiera a descender porque fue alcanzado por un disparo o por fragmentos de metralla. Mientras tanto, una segunda unidad penetró, con ayuda de las tropas afganas, en el vestíbulo del Intercontinental. A las tres de la mañana, una sucesión de explosiones en la azotea puso fin a la batalla. El último talibán, que se había escondido en una habitación, decidió suicidarse minutos después.
Las tropas de élite de Nueva Zelanda (el NZ Special Air Service) nacieron en 1955, según el modelo de las SAS británicas. En cincuenta años han logrado un alto prestigio internacional, sorprendente para un país pequeño y geográficamente aislado, con apenas 4 millones de habitantes. Su participación en la misión internacional en Afganistán ha merecido los elogios públicos del general David Petraeus, comandante de las fuerzas aliadas. El general Petraeus condecoró en 2010 al teniente coronel Chris Parsons, jefe de las NZ Sas en Afganistán, por haber conseguido «unos resultados que exceden con mucho al número de efectivos bajo su mando». «Las fuerzas neozelandesas -dijo- tal vez no sean muy conocidas, pero tienen una calidad excepcional». Entre otras cosas, el ejército kiwi, como se le conoce en su propio país, ha participado en más de 60 detenciones de alto riesgo y ha logrado el 90% de sus objetivos sin pegar un solo tiro.
¿Cómo se consigue esto? En primer lugar, con un programa espeluznante de entrenamientos, llevado a cabo en el cuartel general de Papakura, en Aukland. Los soldados que quieren ingresar en las NZ Sas pasan por unas pruebas físicas que les colocan al borde de la agonía. Entre los ejercicios que deben superar está el famoso 'Van Tempsky', que consiste en marchar durante 24 horas sobre dunas de arena o sobre barrizales cargando con el rifle, con un bidón de agua de 20 litros y con una mochila de 35 kilos. Las pruebas de selección también incluyen severos test psicológicos y médicos. Una vez aceptados, ingresan en un curso de nueve meses. Solo un 10% de los candidatos iniciales consiguen entrar en el cuerpo de élite. «Deben tener autodisciplina, enorme fortaleza mental y determinación para seguir adelante. Siempre», enfatiza un instructor del ejército neozelandés. Quienes lo logran, saben que deberán participar en misiones muy peligrosas y que, como indica su lema («el que se atreve gana»), no pueden dudar.
Son pocos, aunque no se sabe cuántos. Y son tipos duros. Muy duros. Uno de sus miembros, Willie Apiata, ganó en 2007 la Cruz Victoria, una rarísima condecoración de la Commonwealth, por haber cargado con un compañero malherido durante 80 metros, asediado por los talibanes y en medio de una terrible borrasca de balas, granadas y cohetes. Cuando lo depositó a salvo en la retaguardia, el soldado Apiata se limpió el polvo, cogió su fusil y regresó al frente de batalla.
En la liberación del Hotel Intercontinental, dos soldados neozelandeses resultaron heridos: uno, en un brazo; otro, en la oreja. Es quien ocupa el centro de la fotografía; el que frunce el ceño y clava sus ojos en ninguna parte, como si aún estuviera atrapado en el infierno.
Fuente: Diario Sur
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